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TEMA 2. EL M�TODO ECL�CTICO EN LA ENSE�ANZA DEL ESPA�OL COMO LENGUA EXTRANJERA


 

 

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En el presente trabajo no es nuestra intenci�n detenemos en analizar aspectos concretos de la gram�tica espa�ola. No, no es tal el objetivo que pretendemos ofrecer aqu�, sino exponer, desde nuestra �ptica cient�fica, la metodolog�a que, en estos momentos, podamos juzgar como m�s provechosa para la ense�anza del espa�ol a extranjeros.

Asimismo no quisi�ramos entrar en disquisiciones te�ricas acerca del m�todo ideal para la ense�anza de idiomas -creemos que, en la pr�ctica, no existe-, ni pasar revista a los diversos sistemas y concepciones ling��sticas que, con mejor o peor provecho, se han empleado para la ense�anza de lenguas segundas a lo largo del tiempo. Los historiadores de la ling��stica ya se han en� cargado de tal menester.

S�, en cambio, queremos destacar cu�l es nuestro planteamiento -m�s te�rico que pr�ctico-- en un campo como la ense�anza de espa�ol a extranjeros que, por desgracia, en Espa�a hemos venido descuidando m�s en el pasado que en el presente. No es petulancia decir, aunque sea en grado m�nimo, que �ste no es nuestro caso, sin que ello signifique concedemos patente de corso, ya que nos hemos dedicado a estos menesteres desde hace ya largos a�os en Instituciones bien prestigiadas por esta labor, como puedan ser los Cursos para Extranjeros de la Universidad Internacional Men�ndez Pelayo de Santander y los de la Universidad Complutense de Madrid, aparte de los cursos impartidos en diversas universidades de Estados Unidos.

Es necesario tener en cuenta la distinci�n entre la teor�a ling��stica, que estudia las propiedades generales de las lenguas naturales y determina la forma de la gram�tica susceptible de dar cuenta de estas propiedades, y la metodolog�a, que proporciona un conjunto de procedimientos de an�lisis encaminados a determinar las reglas de una lengua.

El m�todo, en la ense�anza de lenguas, supone siempre la explicitaci�n de unos determinados principios que se basan, en general, en un marco te�rico --esencialmente ling��stico, �)pero no el �nico, puesto que hay que tener en cuenta las investigaciones de la socioling��stica, de la psicoling��stica, etc., que de una u otra forma han incidido en el aprendizaje ling��stico--, en los contenidos que constituyen el objeto de estudio, y en las pr�cticas, materiales y t�cnicas que lo acompa�an de acuerdo con el marco te�rico elegido.

En principio, el m�todo es un todo complejo que debe ordenar lo anteriormente descrito en un marco rico. Este marco te�rico para nosotros no ha de ser otro que el que nos proporciona la teor�a ling��stica. Teor�a que en el curso de la historia se ha visto formulada desde �ngulos y concepciones diversas, a veces, antag�nicas, y ha propiciado los diferentes m�todos utilizados en la ense�anza-aprendizaje de segundas lenguas.

Ya he anticipado que no iba � exponer una rese�a hist�rica acerca de la metodolog�a empleada en la ense�anza de idiomas a lo largo y ancho de la historia ni, por tanto, de los m�todos, que son los estudios encargados de explicitarla; s�, en cambio, plasmar mi concepci�n metodol�gica que parte del principio de la no existencia de un modelo ling��stico ideal que origine un�vocamente el mecanismo de aprendizaje perfecto, por lo que subrayo que la concepci�n de un m�todo para la ense�anza de lenguas segundas tiene que ser �ecl�ctica>> porque ha de conjugar m�ltiples aspectos -como son m�ltiples los aspectos de cualquier comunidad ling��stica-, y m�s en el caso de la lengua espa�ola por presentar una vasta extensi�n geogr�fica (al menos, dos continentes) y una intensa propagaci�n demogr�fica.

A nuestro juicio, el m�todo pr�ctico �ecl�ctico� por excelencia en la ense�anza de idiomas debe partir -como no puede ser de otra manera- de la lengua como sistema de comunicaci�n social, del eje sincr�nico, de la lengua m�s viva y fresca, m�s pujante socialmente, pero siempre la ense�anza-aprendizaje ha de enraizarse en el registro est�ndar, en la norma culta. En el espa�ol es f�cil reconocer dicha �coin� tanto en la manifestaci�n hablada como en la expresi�n escrita.

La expresi�n escrita, por ser, en su totalidad, pauta de la manifestaci�n cultural de una sociedad en el devenir de su historia, es siempre reflejo de la lengua en su registro m�s culto; las variantes populares se convierten en la escritura en materia literaria. La lengua espa�ola es una lengua eminentemente popular -.-no populachera- como es f�cilmente reconocible en su literatura. Sin embargo, la lengua escrita empleada en los textos metodol�gicos no tiene por qu� perder vivacidad ni espontaneidad salvo en los elementos sociocultura� les que se vayan quedando en el camino. En la lengua escrita, caben desde el di�logo a la narraci�n, desde el poema al ensayo, y desde la lengua escrita podemos acercamos a diferentes medios: el cine, la televisi�n, el periodismo, la conferencia, etc.

La manifestaci�n escrita, pues, debe responder a criterios socioculturales contempor�neos para no perder su vivacidad, su frescura. La expresi�n escrita, en espa�ol, es unificadora: todos los pa�ses de habla �materna� espa�ol pese a tener diversas melod�as, diversos tonos y acentos nos reconocemos en la norma escrita. Es un eficaz medio de comunicaci6n social e interindividual.

La expresi�n oral del espa�ol -prioritaria en su empleo, por ser m�s natural al hombre- establece diferencias en su uso individual y colectivo no s�lo desde una perspectiva diastr�tica sino tambi�n diat�pica. Ahora bien, estas diferencias no suponen desde la norma culta impedimento alguno para la comunicaci�n entre sus diversos usuarios. Esta expresi�n oral es la que debe prevalecer en la ense�anza metodol�gica y ser la expresi�n dialogada de las situaciones que dan lugar a las funciones ling��sticas.

El m�todo debe seleccionar las situaciones m�s habituales de la sociedad hispana contempor�nea y �stas ser presentadas en forma dialogada para dar a conocer las funciones comunicativas y ling��sticas que nos ayudan en nuestra comunicaci�n. Para ello, hemos de establecer el �ndice de frecuencia aplicado a la estructura gramatical con el fin de que desde el di�logo pueda ser presentado el eje gramatical -l�xico, sint�ctico y morfol�gico-- de menor a mayor dificultad y de mayor a menor frecuencia.

 

 

�LENGUA CASTELLANA O ESPA�OLA?

 

 

No quisi�ramos terciar en tal pol�mica esgrimiendo planteamientos excesivamente ling��sticos-por otra parte, ya lo han hecho en los lugares apropia� dos, y con marcado rigor cient�fico, los maestros de nuestra Filolog�a-, sino intervenir en el problema con la finalidad de interpretarlo bajo un prisma hist�rico. A este respecto, no nos conviene olvidar que la lengua es hist�rica en el sentido que acumula y transmite nuestro legado cultural a lo largo del tiempo; y, seg�n las circunstancias que imperen en un momento dado, lo reinterpreta y po� sibilita de una u otra forma (pi�nsese, por ejemplo, en la pluralidad de interpretaciones que ha admitido �lo espa�ol�) de acuerdo con los intereses-tanto pol�ticos como econ�micos y religiosos- nacionales, regionales, partidistas, particulares, etc.

Sucintamente, y al hilo de la historia, podemos pensar que el t�rmino espa�ol, como suma y aglutinante de las diversas idiosincrasias de la pen�nsula, comienza a imponerse a partir de la idea renacentista de universalidad. Idea que, a su vez, es coet�nea del concepto de Espa�a como nacionalidad, una en su variedad.

El nuevo Estado-Imperio necesitaba una lengua que le sirviera como veh�culo de comunicaci�n y, a la vez, de cohesi�n, y esta lengua, cualquiera que en principio hubiese sido la elegida entre las diferentes que se hablaban en la pen�nsula, quedar�a fuertemente identificada con el gentilicio Espa�ol, favorecida por la corriente hist�rica del aludido concepto de nacionalidad.

Naci�n y lengua predominante se llegan a identificar, surgiendo as� el con� cepto de lengua oficial en aquellos pa�ses que no presentaban -ni presentan en la actualidad-uniformidad ling��stica, y aceptando para la lengua seleccionada la denominaci�n que nos proporciona el gentilicio de la naci�n:

  • Espa�a  = espa�ol  = lengua espa�ola

  • Francia = franc�s  = lengua francesa

  • Italia     = italiano  = lengua  italiana

En Espa�a, como todos conocemos, la lengua escogida para tal fin es la del Reino de Castilla, por lo que la lengua castellana pasar� a ser denominada lengua espa�ola, m�s significativa de lo espa�ol y m�s acorde con la orientaci�n pol�tica del momento. El t�rmino de castellano responde al reino que lo vio nacer. Reino y lengua, con aires renovadores, se extienden por la Pen�nsula en forma de cu�a invertida, seg�n feliz expresi�n de R. Men�ndez Pidal.

�As� pues -en palabras de Amado Alonso- mientras Castilla fue un pu�ado de condados o un reino entre los reinos peninsulares, su romance, cuando se especificaba, se llam� casi �nicamente castellano. Pero Castilla, saliendo de su casa, castellaniz� el centro y sur de la Pen�nsula, y luego se unific� con los reinos de Le�n. Navarra y Arag�n. que adoptaron en com�n el hablar de Castilla. La unificaci�n espa�ola coincidi� con el despertar renacentista de las con� ciencias nacionales en Europa: Espa�a, Inglaterra, Francia, Alemania, y, con menos fortuna y coherencia, Italia. Entonces. junto a los que siguieron tradicionalmente llamando castellano al hablar de todos, hubo muchos que empezaron a ver intencionalmente en el idioma una significaci�n extrarregional y un contenido hist�rico-cultural m�s rico que lo estrictamente castellano. Y junto al arca�smo "castellano" empez� a cundir el nombre de "espa�ol" ya usado algunas veces en la Edad Media, pero que ahora ten�a la fuerza interior de un neologismo oportuno. Un arca�smo no necesita m�s justificaci�n que su continuidad y, sin duda, a esta fuerza de la inercia debemos m�s que a nada la conservaci�n secular de castellano --conviviendo con espa�ol-aun en las regiones espa�olas de la antigua Castilla. El neologismo es el que necesita justificarse. ya por enriquecimiento del contenido. ya por precisi�n del pensamiento. Y, en efecto. la denominaci�n de "espa�ol" para nuestro idioma supon�a en el siglo XVI un contenido de significaci�n m�s rico y preciso�

El predominio de Castilla sobre los dem�s reinos peninsulares y, por ende, de su lengua -el castellano-- al consumarse la unidad pol�tica tal como la conocemos. a��dase la empresa del descubrimiento de Am�rica. posibilit� que, sin ning�n g�nero de duda (es preciso a�adir toda la tradici�n medieval del castellano).se identificara a Castilla-y el �castellano�- con toda la naci�n.

Creemos pues, L�cito siguiendo el curso de nuestra breve disertaci�n. entender que los t�rminos �castellano-espa�ol� referidos a la lengua no s�lo no se oponen sino que hay razones hist�ricas (y s�lo hist�ricas) que pueden avalar su empleo desde diferentes �ngulos nunca antag�nicos. Implicaciones pol�ticas y sociales subyacen las m�s de las veces en la base ling��stica.

Por lo que venimos apuntando, creemos que ha llegado el momento de caracterizar. en lo posible, cada, uno de los t�rminos objeto de an�lisis. teniendo en cuenta que nunca los entenderemos como disyuntivos sino como t�rminos que pueden coadyuvar a enriquecer nuestra peculiar conformaci�n hist�rica, y sin olvidar, por supuesto. que vascos, gallegos y catalanes, a lo largo del tiempo, han expresado la cultura que nos es com�n, la cultura espa�ola por medio de la �nica lengua que puede expresarla en su plenitud, la lengua espa�ola. El castellano. como nos demuestra la historia. no es patrimonio de Castilla. en la actualidad, es una �coin� que ha superado al reino que lo vio nacer.

�En este sentido es espa�ol y no castellano lo que conviene como denominaci�n m�s ajustada a la realidad hist�rica de la lengua que habla la "inmensa mayor�a", a la que dedica Blas de Otero, el poeta de Espa�a el "Que trata de Espa�a" (1964), su obra Pido la voz y la palabra en el ya lejano 1955, y a la que se dirige, en apariencia incongruentemente, "en castellano" (1960). Incongruentemente, porque nunca podr�an haberlo entendido de manera cabal tantos millones de espa�ol hablantes, y tantos estudiosos de la "lengua espa�ola" como hay por el m�s ancho y lejano de los mundos, el mundo hisp�nico, y en cualquier otra parte, si hubiera escrito en castellano; a estas alturas del tiempo hist�rico, escribir en castellano en Espa�a, o en otra tierra cualquiera que utilice la misma lengua, ser�a lo mismo que escribir en toscano para todos los italianos, que escribir en v�laco para todos los rumanos o que escribir en langued' oil para todos los franceses, pongo por caso. Por otra parte, la lengua literaria no puede adscribirse en su estructura y funcionamiento, en su virtualidad y capacidad comunicativa, a ninguna regi�n, ni siquiera a la que acun� los or�genes de la misma. Pero es que esa incongruencia es aparente de todo punto; aqu� "En castellano" no tiene la significaci�n de "lengua castellana'', sino la figurada de "hablar con claridad'', la figurada de cantar "las verdades  del barquero"�

Gregorio Salvador se pregunta: ��Por qu� castellano?� Va a resultar, lo que no es peque�a paradoja, que en las Constituciones de una serie de pa�ses ultramarinos se diga, como se dice, que la lengua oficial es el espa�ol, y en la de Espa�a la llamamos castellano. Evidentemente es un sin�nimo, pero cada vez m�s matizado. El espa�ol fue castellano, pero hoy es una lengua extensa, rica de modalidades y registros, y el castellano es s�lo una variedad, que no se puede alzar -me parece- con el nombre de conjunto. En todo el mundo se habla de lengua espa�ola, los pa�ses de Am�rica que en el siglo XIX prefirieron castellano, hoy la llaman, cada vez m�s exclusivamente, espa�ol.

Como tantos latinoamericanos que escribieron y escriben en espa�ol a miles de kil�metros de sus patrias, mantengo el contacto con mis hermanos prisioneros o vilipendiados, escribo para ellos, porque escribo en su idioma, que siempre ser� el m�o. (Julio Cort�zar, El Pa�s, 25-6-1978)

 

Yo me siento ciudadano de la lengua espa�ola y no ciudadano mexicano,� por eso me molesta mucho que se hable de lengua castellana, porque el castellano es de los castellanos y yo no lo soy; yo soy mexicano y como mexicano hablo espa�ol y no castellano. (Octavio Paz, El Viejo Topo, Junio de 1980.)

 

A�adir�amos, sin embargo, que los t�rminos �espa�ol� y �castellano� se encuentran tan imbricados en la conciencia ling��stica popular -salvo en zonas biling�es- que pueden ser perfectamente intercambiables sin que por ello atentemos o pretendamos atentar contra la sensibilidad de ning�n espa�ol, aunque la tendencia universal, incluso en Hispanoam�rica, es notoria hacia la denominaci�n de �lengua espa�ola�. Dig�moslo con palabras de Pablo Neruda : �...Para los que tenemos la dicha de hablar y conocer la lengua de Castilla, (...) significa el esplendor de la poes�a en la lengua espa�ola.

 

 

POSIBILIDADES METODOL�GICAS

 

Planteamiento ecl�ctico -apuntaba- que comprenda los aspectos m�s positivos de los m�todos did�cticos que nos han precedido, ya que la orientaci�n de la ense�anza de lenguas extranjeras no debe basarse rigurosamente en una �nica concepci�n metodol�gica, pues en el aprendizaje de una lengua puede operarse de diversas formas, a veces contradictorias vistas desde fuera, pero to� das ellas igualmente v�lidas.

No creo, pues, que tendencia alguna de la ling��stica aplicada haya estado en posesi�n de la verdad absoluta, de la misma manera que no creo en el m�todo por el m�todo. El profesor ha de contar con todas las posibilidades a su alcance, pero tambi�n con toda su proyecci�n e inventiva para crear las situaciones que mejor se adecuen al aprendizaje de la lengua objeto de estudio, ya que �ste -el aprendizaje- consiste, ante todo, en adquirir la capacidad de comprender la lengua y servirse de su sistema para comunicarse, bien oralmente bien por escrito, con los individuos que utilizan el mismo sistema ling��stico. En todo caso, nosotros s� podemos disponer de todas las investigaciones que nos han precedido y valorar tanto aciertos como errores.

No est� de m�s advertir que ��a priori� la �nica forma did�ctica de concebir un m�todo es presuponiendo en �l diversos eslabones que reorienten la ense�anza de menor a mayor grado de dificultad de la lengua objeto de aprendizaje. Esto significa que no entro en planteamientos espec�ficos sobre la ense�anza de idiomas a alumnos muy avanzados, y que posean, por tanto, cursos reglados en sus respectivas universidades: bien sean de fon�tica, fonolog�a, sintaxis, sem�ntica, etc. Estos aspectos, en profundidad, no los tiene que explicitar un m�todo.

Si no olvidamos que todo sistema ling��stico tiene como fin primordial el de la comunicaci�n, adelantar� qu� es lo que tiene que perseguir prioritariamente el m�todo de aprendizaje que intento esbozar:

  1. Conseguir que las destrezas fundamentales (o�r, hablar, leer y escribir) se desarrollen al m�ximo, dando prioridad a la comunicaci�n oral y consiguiendo que de la lectura se siga una buena pronunciaci�n.

  2. Atender al factor psicol�gico, pedag�gico, sociol�gico y el de la motivaci�n. Aspectos que con frecuencia se olvidan a la hora de programar los m�todos.

  3. Integrar los conocimientos culturales en el aprendizaje de la lengua; no basta con una simple enumeraci�n sino que es necesario englobar todo aquello que conlleve la sociedad cuya lengua estamos aprendiendo.

  4. Programar la situaci�n y estrategias ling��sticas, enraizadas en la cultura y civilizaci�n del pa�s.

  5. Confeccionar una metodolog�a progresiva. Tiene que existir una conexi�n entre lo nuevo y lo ya aprendido y asimilado; que exista una adecuada sincronizaci�n entre la progresi�n gramatical y la situativa, y que la metodolog�a sea adecuada a la edad, formaci�n e intereses de los alumnos.

  6. Tener presentes los factores extraling��sticos que intervienen en la adquisici�n de una lengua extranjera: alumno, profesor, material did�ctico, y la organizaci�n del centro en que se imparte.

  7. Proceder a un estudio contrastivo del idioma objeto de aprendizaje con la lengua materna, con el fin de ir precisando coincidencias y divergencias seg�n se va avanzando en el aprendizaje de una lengua.

  8. Realizar ejercicios de sustituci�n, permutaci�n y transformaci�n, ejercicios productivos y no meramente repetitivos, siempre basados en situaciones reales de contextos de la lengua objeto de estudio y no desde la lengua nativa.

 

Para lograr un dominio funcional de la lengua se han de utilizar ejercicios que presenten situaciones reales, puesto que entendemos que siempre debe haber una conexi�n permanente entre lengua y realidad. Mientras m�s estrecha sea la relaci�n entre contexto ling��stico y una determinada situaci�n sacada de la vida corriente, mayor provecho se obtendr� de los alumnos al apreciar �stos que tanto las reglas como las estructuras gramaticales que aparecen en un determinado contexto son necesarias para poder comunicarse con los dem�s en una situaci�n real.

En los primeros niveles proyecto una presentaci�n gramatical de las nuevas estructuras ling��sticas bien a partir de un texto de composici�n oral bien de un texto escrito en tanto en cuanto reflejen una situaci�n real. Las explicaciones gramaticales deben ser claras y concisas por lo que, siempre que es posible, ex� pongo los problemas gramaticales por medio de esquemas o cuadros sin�pticos.

 

A continuaci�n debemos proceder a fijar en los alumnos las nuevas estructuras gramaticales mediante ejercicios reproductivos y reiterativos, de transformaci�n y de sustituci�n, siempre con un l�xico actual y que pueda emplearse en todo acto de comunicaci�n. Una vez fijadas las estructuras gramaticales, comienza la fase de ejercicios creativos, productivos, en los que los alumnos puedan utilizar las estructuras gramaticales aprendidas de una forma libre.

Al hilo de estas ideas recurrentes que estoy esbozando, y desde la perspectiva de la explicitaci�n del m�todo, es obvio, y ya lo expuse anteriormente, que en el aprendizaje de una lengua segunda el profesor es el engarce m�s importante con que el alumno puede contar para su motivaci�n. Motivaci�n que se ha de conseguir por parte del profesor no s�lo desde el m�todo, sino desde cualquier otro �ngulo que propicie las referencias culturales que la lengua objeto de estudio conlleva.

El profesor, por consiguiente, tiene que poseer no s�lo un alto nivel de conocimiento de la lengua que ense�a, sino tambi�n de sus h�bitos y gestos -silbidos, aplausos, formas de comportamiento-- as� como de la cultura en general. El m�todo debe permitir (y el profesor procurar) el uso del v�deo, el trabajo en el laboratorio de idiomas que, como t�cnicas instrumentales, pueden convertirse en un complemento eficaz del mismo. Desde el m�todo, asimismo, deben procurarse ejercicios de traducci�n -no en el sentido de formar traductores, sino con el fin de que los alumnos fuercen estructuras de la lengua que es objeto de aprendizaje- y de composici�n �sobre temas culturales. A este respecto, debe seguirse la gradaci�n del m�todo, por lo que es conveniente aprovechar al m�ximo sus situaciones, di�logos y lecturas.

Como pueden observar, no elimino ni las t�cnicas del momento, ni algunas de las tradicionales, aunque disienta de su finalidad. S� elimino de entrada, para la configuraci�n metodol�gica que estoy intentando dise�ar, dirigida a alumnos que comienzan con intereses y presupuestos cient�ficos varios, la ense�anza de la fonolog�a como disciplina. El m�todo tiene que conseguir resultados fon�ticos en la l�nea de una adecuada ortolog�a.

En la lengua hablada los sonidos constituyen el veh�culo a trav�s del cual el hombre transmite y recibe el mensaje ling��stico... Llegar a dominar la pronunciaci�n de una lengua implica la adquisici�n de dos destrezas �ntimamente relacionadas: la comprensi�n y la producci�n de los distintos sonidos que intervienen en la cadena hablada. Resulta, pues, ocioso apuntar que la capacidad de reconocer y distinguir los diferentes sonidos que sustentan un determinado sistema ling��stico es un paso previo para adquirir el dominio de la pronunciaci�n. Todos sabemos que las lenguas no observan una perfecta correspondencia entre los sonidos y las letras que utilizamos para su representaci�n gr�fica: el llamado �alfabeto� no se identifica en muchos casos con la representaci�n auditiva. El espa�ol, aunque no distorsiona tal aserto -como todos ustedes saben-, no presenta grandes dificultades por oponer a su representaci�n gr�fica un sistema fonol�gico muy pr�ximo. La transcripci�n fon�tica s�lo ser� eficaz cuando el alumno haya conseguido dominar el sistema fonol�gico de la lengua. Es necesario partir del principio de que la pronunciaci�n se aprende fundamentalmente a trav�s de la imitaci�n, por lo que el alumno debe escuchar repetidas veces distintos modelos �correctos� de pronunciaci�n con el fin de ir captando los matices caracter�sticos de cada uno de los sonidos; por el mismo fin, el alumno debe ejercitarse en o�r su propia pronunciaci�n. La correcci�n idiom�tica no puede entenderse en modo alguno como resultado de una determinada ubicaci�n geogr�fica, responde a una interpretaci�n socio-cultural de la lengua.

No es conveniente ense�ar aisladamente cada uno de los sonidos que componen el sistema fonol�gico del espa�ol. Todo sonido concreto debe presentarse en el �mbito de una palabra o frase. Al principio, los ejercicios de pronunciaci�n deben practicarse de una manera sistem�tica. No debemos olvidar que, en un dominio ling��stico tan extenso como el espa�ol, existen marcadas diferencias de pronunciaci�n. Destaquemos, por su importancia y prestigio, la norma castellana por un lado y la andaluza, por otro.

El siguiente paso lo constituye la pr�ctica del acento por su peculiar con� figuraci�n en espa�ol -tanto desde la s�laba como desde la palabra-, para, en un segundo estadio, ejercitarse en la entonaci�n de la frase. La entonaci�n es un elemento de primer�sima importancia en la comunicaci�n oral. La metodolog�a utilizada tiene que permitir la presentaci�n simult�nea de los diferentes modelos de entonaci�n que aparezcan en el uso real de la lengua. Es importante ofrecer a los alumnos modelos aut�nticos de entonaci�n que reproduzcan, en su conjunto, las funciones representativa, expresiva y apelativa del lenguaje.

El m�todo tiene que perseguir la comunicaci�n oral antes que la escrita, tiene que suscitar la comunicaci�n por medio de situaciones naturales y tiene que ir presentando el andamiaje de la lengua objeto de estudio desde sus estructuras b�sicas (de menor a mayor dificultad y de mayor a menor frecuencia). Para comprender una lengua y expresarse adecuadamente en ella son igualmente imprescindibles tanto la gram�tica como el vocabulario. El memorizar largas listas de palabras sin combinarlas resulta tan in�til, a nivel de comunicaci�n ling��stica, como el pretender construir frases gramaticalmente correctas sin tener el conocimiento de las palabras necesarias para expresar una idea.

La metodolog�a que considere la lengua como medio de comunicaci�n ha de tener presente el principio antes rese�ado, de frecuencia del vocabulario con el fin de seleccionar y conseguir un vocabulario b�sico que ayude al alumno a comunicarse con soltura. Sin embargo, el criterio de frecuencia, con todo su indiscutible valor, no es necesariamente el �nico en la presentaci�n del l�xico de una lengua. El m�todo debe atender, .por: ejemplo al criterio de la oportunidad, puesto que hay formas l�xicas que, por el hecho de corresponder a objetos o acciones relacionadas con el contexto inmediato, pueden ser subjetivamente tanto o m�s necesarias que otras que figuran en las listas de frecuencias. Las estrategias ling��sticas juegan en este campo un papel important�simo.

El estudio debe ir explicitando, de forma paralela,  los rasgos morfol�gicos del vocabulario y su .estructura, as� como las vacilaciones de la norma (pi�nsese en los morfemas de g�nero y n�mero en m�ltiples neologismos, por ejemplo, la primer(a) ministro(a), club (cl�), cl�slclubs/clubes; y las desviaciones de la norma culta (and�, por anduvo). Con relaci�n al vocabulario, y en un sistema ling��stico como el espa�ol, se ha de recurrir a los usos m�s frecuentes de la norma culta. La introducci�n del l�xico, siempre contextualizado, debe ir acompa�ada de �recursos extraling��sticos: los dibujos; y de recursos ling��sticos: sin�nimos y ant�nimos, definiciones y descripciones, contextualizaci�n y traducci�n.

 

 

ENSE�ANZA INTEGRADA

 

El m�todo tiene que propiciar la ense�anza integrada de las destrezas de escuchar, hablar, leer y escribir, adem�s de permitir la utilizaci�n de un mismo material para practicar simult�neamente dichas actividades ling��sticas, puesto que responde a un fen�meno natural que continuamente tiene lugar en la vida ordinaria: a veces comentamos oralmente no s�lo lo que vemos u o�mos, sino tambi�n lo que acabamos de leer, y otras veces escribimos sobre aspectos que hemos o�do o le�do. Creemos, por tanto, que cualquier pr�ctica sobre una determinada destreza ling��stica debe complementarse y apoyarse en la experiencia de las restantes destrezas.

Asimismo, y desde el primer nivel, el m�todo tiene que ir introduciendo el comportamiento y concepto vital de los individuos y sociedades que integran la comunidad ling��stica hispana. Explicitar sus costumbres, h�bitos, formas de vida, etc.

Como pueden f�cilmente deducir, mi planteamiento en la ense�anza de segundas lenguas -como ya he indicado, es ecl�ctico: no persigue una concepci�n ling��stica a pie juntillas sino que intenta conseguir el m�ximo beneficio de la ling��stica en el campo de su aplicaci�n. Mi experiencia y reflexi�n as� me lo aconsejan.

 

 

LENGUA Y SOCIEDAD

 

�Qu� lengua ense�ar? Ya he anticipado que la manifestaci�n oral es prioritaria sobre la manifestaci�n escrita. �Y en una situaci�n ling��stica como la de la lengua espa�ola? Es indudable que, en toda situaci�n ling��stica, hay que tener en cuenta sus aspectos diat�picos y diastr�ticos, es decir, la lengua espa�ola presenta diferencias geogr�ficas: Espa�a e Hispanoam�rica para se�alar las m�s llamativas, pero no las �nicas, y diferencias de registro: culto, coloquial, vulgar, estudiantil, de argot, etc. 'Es importante precisar, con relaci�n a las diferencias diat�picas, que en la Pen�nsula se presentan contrastes muy notables en el espa�ol: leon�s, aragon�s, extreme�o, andaluz... Hoy en d�a, est� fuera de toda duda que los rasgos m�s peculiares del espa�ol atl�ntico se encuentran en la variante andaluza: ceceo, seseo, ye�smo..., etc�tera. No hay, en su conjunto, diferencias apreciables en sintaxis; los rasgos vulgares que podemos detectar se reparten por igual en ambos mundos: naide, and�, rial, fararse,  sordao, Grabiel, etc.

Pues bien, pese a las diferencias diat�picas y diastr�ticas, en la norma culta -el m�todo debe explicitar tal norma-encontramos una cierta nivelaci�n que no presenta peligro alguno de fragmentaci�n. Los medios de comunicaci�n: prensa, radio, televisi�n, etc., as� como el inicio de una adecuada escolarizaci�n alejan tal peligro; la lengua de los Garc�a M�rquez, Vargas Llosa, Rulfo, Cort�zar, etc., por un lado, se presenta en el mismo registro que la de los Cela, Delibes, Goytisolo, etc., por otro. A�adir�a que se da con mayor prodigalidad en la Pen�nsula que en Hispanoam�rica el acercamiento del escritor a la expresi�n oral, a lo que llamamos com�nmente manifestaci�n �coloquial� del lenguaje.

La tendencia metodol�gica ser�, pues, la manifestaci�n de la norma culta, sin olvidar algunos aspectos de la manifestaci�n coloquial en el avance del m�todo. La lengua es cultura, es primordialmente veh�culo de comunicaci�n social, y estamos hablando de la lengua espa�ola desde la perspectiva de su ense�anza como lengua segunda por lo que debemos centramos en la norma culta, pero sin desde�ar manifestaciones que est�n ah� y que todav�a no han sido asimiladas por la mayor�a, o no las ha hecho suyas la norma culta.

 

 

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  • A. S�NCHEZ (1992), Historia de la ense�anza del espa�ol como lengua extranjera, SGEL, Madrid;

  • A. S�NCHEZ P�REZ (1993), Hacia un m�todo integral en la ense�anza de idiomas, SGEL, Madrid;

  • T. SLAMA CAZACU (1984), Linguistique Appliqu�e, La Scuola, Brescia; y J.M. VEZ JEREM�AS (1984), Claves para la ling��stica aplicada, Agora, M�laga.

 

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-2021- Profesores: Isabel Ascensi�n Miralles  Isabel G�mez Mart�nez y Francisco G�mez Gonz�lez            

 

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