El perd�n rompe todas las ataduras de la
represi�n y la depresi�n. Libera la
psique de los lazos del pasado. De
hecho, yo considero al perd�n como la
esencia de la psicoterapia.
Como seres humanos que somos, todas
nuestras limitaciones provienen de
nuestra psique herida. Esta herida puede
haber sido intencional o accidental,
pero el hecho es que menoscaba nuestra
vitalidad. La cuesti�n es que, si ha
sido lo suficientemente grave, el trauma
invade toda nuestra vida... y la
arruina.
Somos criaturas dise�adas para absorber
y transmitir amor, y cuando resultamos
v�ctimas de un acto ofensivo, cuando
algo o alguien ensombrece nuestra
capacidad de amar, sangramos.
Los territorios en guerra, las c�rceles,
las instituciones mentales, son los
sitios donde se re�nen los heridos. All�
es donde la sociedad env�a sus almas
rotas. Aquellos que recuperen su
capacidad de amar, emerger�n de esos
lugares de desolaci�n. Quienes conserven
la amargura, nunca saldr�n de esas
prisiones, aunque hayan sido liberados
f�sicamente.
Las personas que se mantienen enteras
est�n consagradas a su capacidad de
amar. No son capaces de matar, herir,
da�ar o mutilar a otro porque no han
perdido su poder de ponerse en el lugar
del otro. No utilizan su ideolog�a para
hacer da�o a los dem�s, no importa cu�n
arraigada pueda estar esa ideolog�a en
sus tradiciones. Ninguna ideolog�a
supera a sus ideales de amar y servir al
pr�jimo.
La cura para superar las heridas
ps�quicas es el perd�n. Cuando
perdonamos, expresamos compasi�n y
liberamos nuestra bondad. Cuando usted
perdona, el poder de su amor se extiende
para sanar la imagen, el recuerdo o a la
persona misma que da�� su autoimagen en
el pasado y que le inculc� la falsa
convicci�n de que usted se hallaba
disminuido, debilitado y apresado.
Los que han sido heridos, a su vez
devuelven el golpe hiriendo a otros.
Extienden sobre otros la sombra de su
propia pena. Desperdigan el desamor que
parte de su psique maltratada. Se
convierten en hilos conductores del
veneno que ellos mismos odian.
Toda forma de malicia, mala voluntad y
crueldad disfrazada bajo el nombre de
alg�n noble ideal, surge de aquellos que
hablan en nombre de su propia rectitud;
la crucifixi�n de Cristo no habr�a
ocurrido jam�s de no ser por el sentido
distorsionado de lo que es correcto que
ostentaban sus perseguidores.
Si una acci�n es cruel, no hay nada en
el mundo que la justifique, puesto que
hacer da�o a otros es da�arnos a
nosotros mismos. Sembramos pena a
nuestro paso. Derramamos dolor ante
nosotros.
�C�mo perdonar lo imperdonable? �C�mo
desprender el cuchillo de la mala
voluntad clavado en nuestros corazones?
�C�mo liberarnos del resentimiento que
nos ha atormentado durante a�os?
Puede hacerlo comprendiendo que el
perd�n es curativo para usted. Corta las
amarras del karma. Es un acto de amor a
s� mismo. El perd�n cura la pena, trae
reconciliaci�n a lo que se ha quebrado
dentro de uno, y hace posible la
sanaci�n.
Un acto de perd�n uede ser silencioso.
De hecho, tiene poco que ver con la otra
persona. No importa si �sta se entera o
no de la liberaci�n que usted
experimenta cuando se despoja de su ira,
alimentada durante tanto tiempo que ya
no recuerda ni cu�ndo comenz�.
Cuando usted perdona, libera... se
libera a s� mismo. Se libera de sus
lazos con la pena. Se libera de la
aversi�n que aquel acto doloroso le
caus�. Y cuando logra �sto, ocurre algo
m�gico: usted se siente libre.
No interesa en absoluto si la otra
persona o el suceso penoso merecen su
perd�n. Se trata de que usted se
desprenda de su propia telara�a de
negatividad. Cuando usted perdona,
resta�a la herida. Cuando olvida, abre
su coraz�n y recobra su capacidad de
amar. Y cuando usted aprende a amar, su
vida se abre de par en par a un sue�o
glorioso. La pregunta nunca es si usted
debe o no debe perdonar... en vez de
ello, la pregunta siempre ser� �sta: �no
se merece ser feliz ahora dejando el
pasado atr�s?